El imperialismo yanqui
El imperio reciente. Crecí entre frases contra la Coca Cola como: “las aguas negras del imperialismo yanqui”, “Fidel, Fidel qué tiene Fidel que todos los yanquis no pueden con él”, en las luchas por los energéticos con el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN) “Uranio, petróleo y gas, al norte no te irás”.
Entendía y me informaba sobre la gran potencia imperial que veladamente se había formado al norte de México, en donde había factores muy importantes para su integración como imperio, colonizada por migrantes, principalmente, sus políticos han sido gobernantes astutos, como la visión de George Washington y Tomas Jefferson, este último en 1805 mencionó: “Cuanto mayor sea nuestra asociación”, respecto a la compra de Luisiana, “menos se verá sacudida por las pasiones locales”.
“El nombre de esta Confederación será Estados Unidos de América”, según el borrador de los artículos de la Confederación de 1776 preparado por John Dickinson, aprovechando la inercia independista de esos años. Tendría que ratificarse el Tratado de París en 1784 con el Reino Unido, que otorgaría la soberanía al país.
Después, imagine usted, lo que sucedió con la anexión de territorio mexicano, se podría considerar que es cuando verdaderamente se integra como potencia mundial al apropiarse grandes territorios de México -cerca de 2 millones 300 mil kilómetros cuadrados-, con importantes recursos naturales: petróleo, carbón, uranio en la zona del golfo; y en el centro y oeste del territorio, principalmente el alto California (así se le llamaba a esa zona) con la riqueza de minerales así como los del área centro de la región.
La terrible corrupción de Santa Ana, con su avaricia de gobernar, se doblegó e hizo que se vendiera por la irrisoria cantidad de 15 millones de dólares (Tratado de Guadalupe Hidalgo), los territorios que hoy comprenden los estados de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, Colorado y Wyoming, una extensa zona que había sido mal gobernada, descuidada, desde tiempos de la Nueva España.
Así, estos estados se incorporan a la nación llamada Estados Unidos de América. Posteriormente anexan territorios y estados como Alaska, Filipinas, Puerto Rico, Guam y Hawái. Convencidos estaban pensadores de que el imperio de ultramar marcaba una nueva era, reconsideraron el nombre del país.
Los conflictos económicos encauzaron a una fuerte industrialización del país a finales del siglo 19, creando la élite de empresarios influyentes en los gobiernos estadounidenses. Principalmente en la industria automotriz que fue la pieza clave para el desarrollo económico norteamericano.
Esta élite financiera y política del país desarrolló la idea de que “los mercados extranjeros para las mercancías norteamericanas aliviarían el problema del bajo consumo del país y evitarían las crisis económicas que produjo la lucha de clases en la década de 1890”.
En 1897 Theodore Roosevelt escribía a un amigo: “En estricta confidencia, agradecería casi cualquier guerra, pues creo que este país necesita una” (Zinn, 2011, 221). Es así que entre comienzos del siglo 19 hasta 2001 se contabilizan más de 10 mil ocupaciones, invasiones, agresiones y desembarcos de muy diversos tipos llevados a cabo por los Estados Unidos y los países europeos (Armando Pineda Osnaya).
Es notable que después de la segunda Guerra Mundial, los gobiernos estadounidenses aprovecharon la devastación de los europeos y Japón para dominar los gobiernos con apoyos económicos, reflejo de ello es la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
¿Qué sucede en estos últimos años con ese ánimo imperialista de los Estados Unidos?
Sus erróneas políticas económicas imponiendo a través de sus industrias en el extranjero la pauperización de la vida de los trabajadores, un confuso enriquecimiento de grandes consorcios financieros y empresas trasnacionales, fundamentalmente la industria de armamentos, haciendo que sea el país con mayor deuda externa a nivel mundial: 32.9 billones de dólares estadounidenses.
Su temor a China (otro país imperialista) amenaza en desplazarlo de una supuesta hegemonía mundial.
Peor con la política que Donald Trump y sus funcionarios pretenden imponer, parecería que quieren acelerar la caída de su imperio, como ha sucedido con otros, ¿lo veremos?
LLEGÓ LA JUSTICIA
Algunos (36 millones de ciudadanos) no olvidamos a la cómica ex candidata prianista, Xóchitl Gálvez, sin poder justificar los delitos de su hermana Malinali Gálvez, secuestradora innata.
Le han impuesto una condena de 89 años de prisión por delitos de delincuencia organizada y por secuestro en agravio de dos víctimas. Los grandes medios de comunicación, en gran silencio.