Compromiso y frivolidad: dos caras del atleta
La representación en cualquier competencia deportiva es, antes que todo, un acto de responsabilidad. Cuando un atleta porta los colores de su entidad —sea club, estado o nación—, asume implícitamente una serie de compromisos que trascienden la mera participación.
En primer lugar, el compromiso con la excelencia. Representar significa dar lo mejor de sí, no conformarse con la mediocridad ni justificar derrotas con excusas banales.
El atleta debe entender que cada entrenamiento, cada competencia, cada minuto invertido es parte de un proyecto mayor que su propia individualidad.
El compromiso con la ética deportiva resulta igualmente fundamental. La representación exige conducta ejemplar dentro y fuera de las competencias, respeto al rival, a las reglas y a la institución. El deportista es embajador permanente, incluso cuando cree que nadie lo observa.
Lamentablemente, presenciamos con creciente frecuencia el desinterés por estos compromisos. Existe una tendencia alarmante: atletas que perciben las competencias nacionales y/o internacionales como meras oportunidades turísticas. Estos “turistas deportivos” viajan más interesados en conocer atracciones locales que en la misma competencia.
Esta actitud constituye una traición múltiple: a los atletas que se quedaron en casa, a los entrenadores que invirtieron horas en su preparación, a la institución que financió su participación y, sobre todo, a la esencia misma del deporte competitivo.
¿Qué mensaje se transmite cuando se permite esta frivolidad? ¿Qué aprenden los jóvenes atletas al ver a sus referentes más preocupados por los reels y selfies turísticas que por sus marcas personales?
IMPERATIVO
Las instituciones deportivas deben implementar mecanismos rigurosos de selección y seguimiento. No basta con el talento, pues el compromiso, demostrable con los valores representativos, debe ser requisito indispensable.
El privilegio de representar conlleva la responsabilidad de honrar esa confianza. Quienes no comprenden esta realidad fundamental, quizás deberían financiar sus propias vacaciones y dejar los uniformes a quienes verdaderamente los valoran.