Goitia reporta a Scherer
Al volver de Argentina —donde solo compré un libro (Las bibliotecas del general San Martín, Mariano Alejandro Las Heras); aunque sí recibí varios textos de intercambio académico— busqué en la Ciudad de México un libro póstumo de don Julio Scherer García: Periodismo para la historia, antología.
Supe de él porque fue publicitado durante el verano. No lo encontré en Gandhi, Sótano y Fondo. Sí, en cambio, hallé tomos alusivos: Julio Scherer García. La cárcel y el palacio, Lorenzo León Díaz, y Scherer, Salgar, Clóvis Rossi, Sábat, Premio Homenaje Cemex+FNPI. Hasta avanzado el otoño conseguí el objeto deseado, en el Sanborns de Zacatecas.
Periodismo para la historia me atrajo por varias razones: primero está la seducción que produjo la reseña de Diego Enrique Osorno, “Julio Scherer antes de ser Julio Scherer” (El País, julio 20 de 2024). Diego vincula su lectura juvenil de Los periodistas, novela de Vicente Leñero, y la referencial revista Proceso (1976-1996), con la labor de don Julio.
La acuciosa lectura y las notas de Osorno me indicaron que el libro no solo era una reunión de textos, sino que la voluminosa antología (casi 700 páginas) es un documento que contribuye a conocer la trayectoria escritural de un reportero, el cual, una vez iniciado (marzo 26 de 1948) pasó por diferentes tareas en un importante periódico nacional (Excélsior), donde fue director y posteriormente fundó una revista que no ha sido trascendida por el poder y el mercado.
En Periodismo para la historia está congregado el texto “En el mundo de Goitia” —reportaje, entrevista, opinión, contextos, “primicias”—, publicado en mayo de 1959, es de cuando don Julio tenía 32 años.
El reportero cuenta sobre las condiciones precarias —admitidas por el pintor— de Francisco Goitia en Xochimilco y el proyecto de ir a “San Andrés, pueblo perdido de Zacatecas” para pintar al “límite de sus exiguas fuerzas” tres proyectos: el cuadro del ahorcado, El hijo pródigo y un testimonio sobre “el patio de su casa de Xochimilco y un montón de harapos”.
Me agradó el texto tanto por cómo los periódicos siguen siendo fuente de información, y proporcionan los debidos contextos de las secuencias por analizar.
En mi lectura de Periodismo para la historia encontré el itinerario de un reportero —es el adjetivo sustantivado que prefirió don Julio—, quien es tenido, todavía, como una importante voz crítica. Estoy enganchado a la obra de don Julio desde Proceso, Los presidentes, El poder: historia de familias y Salinas y su imperio.
Los dos últimos libros los usé en varios cursos de introducción a la literatura, el objetivo era que los asistentes distinguieran los lenguajes políticos, historiográficos, literarios y periodísticos.
En el tercer campo daba cuenta de la teoría de los géneros y cómo la ficción era influyente en las narraciones textuales. Hoy día, los libros citados me siguen pareciendo superiores en el conjunto de Scherer. Los dedicados a los presidentes de la transición son repetitivos —La pareja y Calderón de cuerpo entero—. Me quedo grato con Vivir y La terca memoria. Una virtud para su oficio: en su bibliografía no repela de su ser periodista y una actitud contra las corrupciones.
Bicentenario
El artículo 22 de la primera Constitución política de Zacatecas (1825) indicó quienes no podían ser diputados en el “Cuerpo legislativo del estado”: Los empleados civiles o militares de la federación; los funcionarios civiles del estado que tengan nombramiento del gobierno; los gobernadores y vicarios eclesiásticos; y, los eclesiásticos regulares.
Durante la vigencia del texto constitucional (casi 30 años, con la excepción del centralismo y las dictaduras de Santa Anna) hubo cumplimiento, incluso se extremó en el supuesto tres, los curas diputados fueron excluidos en 1829.
El itinerario de los legisladores provino más de actividades comerciales, de su lugar en los ayuntamientos, las jefaturas políticas y los estudios superiores.