Puro tiliche
Absolutamente todas las cosas que puedan guardarse son potenciales tiliches. La gente resguarda todo lo que siente que es importante y que puede correr riesgos estando en un lugar común recibiendo el trato que tienen todas las otras cosas que no se consideran de igual importancia.
Se pueden guardar documentos, joyas, cartas de amor, libros, tazas, envases, discos, ropa, periódicos, piedritas y todos esos triques que representan tesoros simbólicos para los guardadores.
Para los que desconocen el valor simbólico de las cosas guardadas no son más que trochilero o tiliches, un montón de cosas sin otra utilidad práctica que ocupar innecesariamente un lugar en el espacio. Que miedo no tener a nadie, peor, no tener nada. La calidez de una casa se siente por la preservación de la memoria que alude.
Todo lo guardable lleva impregnado el miedo de perder. Cuando la gente pierde sus cosas, siente que pierde también los recuerdos que evocaban, aunque no necesariamente. Se guarda lo que acecha el olvido. Guardar, conservar y acumular cosas es un síntoma del miedo al paso del tiempo, a la falta de memoria y a que el mundo agarre de imprevisto sin haber guardado esos potencialmente necesarios tiliches.
Fetichizar es depositar en las cosas cualidades humanas. Los ositos de peluche, las prendas de ropa, pinturas, esculturas e incluso plantas y mascotas lo pueden ejemplificar muy bien. Las cosas al menos no se mueven ni se van ni se olvidan como la gente que las regala o como los momentos que se pretenden especiales. Llévate esta rosa por si no te vuelvo a ver. Porta este anillo, esta pulsera o este collar para que te olvides de mí. Que ganas de no olvidar representan los tiliches.
Las casas se hicieron para preservar a sus ocupantes, pero también sus memorias. Todo cuartito, esquina, cajón, caja o espacio desocupado en cualquier casa puede rellenarse de tiliches. Las cosas estimulan la memoria y cuentan historias que a veces nada más conoce quien las guarda.
El problema surge cuando la gente ya no cabe en su casa por tanto estimulante de memoria que ha conservado y entonces, alguno de los dos tendrá que salir. Algo así como cuando se llena la memoria del celular y entonces hay que decidir qué fotos, videos o aplicaciones son menos necesarias para conservar. Olvido selectivo.
A lo que no se quiere olvidar se le erigen monumentos, se enmarca y se mete en vitrinas, cofres, cajones o féretros lo suficientemente anchos para que no ingrese el olvido.
En los bazares o mercados de pulgas se mercantilizan memorias de otros que resistieron menos el paso del tiempo que sus cosas. Se pueden oler los recuerdos andando despacito entre ellos y el tiempo.
Un fino y delgado polvo omnipresente se va acumulando en capas sobre todo lo que pretende resguardarse de la amnesia. Nada se crea ni se destruye, todo se convierte en polvo y anda respirándose, regresando a la vida de otra forma, aunque no se ve, partículas diminutas que alguna vez fueron novedad.
Las aspiradoras están llenas del olvido. El espacio es menos limitado que la memoria, por eso siguen construyéndose ciudades con más casas, con más cuartos, esquinas, cajones y cajas, acumuladas verticalmente como se acumula el polvo, para que puedan habitarse por nuevos productores de memorias. Se sabe si una casa es nueva o vieja por la cantidad de cosas que contiene, por sus tiliches.
Actualmente, la tendencia al minimalismo es la intención de vivir sin necesidad de acumular tantas cosas, no es necesario recordar tanto ni tan seguido. La memoria ya solo se mide en Gigabytes. Espacios físicos o virtuales solo con lo básico. ¿Quién carajos necesita tanta memoria?
Recordar no está de moda. Que todo dure solo las 24 horas que duran en borrarse las historias. Recuerditos del bautizo, boda o graduación, llaveritos de Mazatlán o de Francia, cartas de amor, amarillentas fotos de personajes sonrientes, anticuados aparatos tecnológicos, cajas, ropa, sombreros aesthetic, cinturones, libros, revistas, peluches sin un ojo, botellas, agendas sin usar, cables, garantías de aparatos, tickets de compra, herramientas, periódicos con importantísimas columnas de opinión, documentos caducados; puro tiliche innecesario para el kilo o de a cinco pesos la pieza; montones de cosas que parecía que debían de apartarse, resguardarse y protegerse contra el tiempo, cerros de cosas inútiles contra el olvido; con eso se pretende proteger a la memoria, con puro tiliche.