Cada vez es más común observar que en el ámbito deportivo los cargos directivos suelen ser ocupados por deportistas, si bien es cierto la experiencia en su disciplina o deporte puede aportar una perspectiva única pero esta no siempre resultará óptima para todos los demás. La gestión y dirección de departamentos, consejos o institutos del deporte requieren de habilidades administrativas, estratégicas y de liderazgo, que no todos los deportistas poseen.
Es fundamental reconocer que el talento competitivo dentro del deporte no necesariamente se traduce en habilidades para dirigir organizaciones deportivas, como dice el dicho “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. La carencia de conocimientos y de formación profesional en áreas como finanzas, gestión, recursos humanos, dirección, mercadotecnia, planificación, relaciones públicas, comunicación, entre otras, puede limitar el desempeño de estos deportistas en roles directivos. Además, la objetividad y la imparcialidad pueden verse comprometidas cuando un deportista ocupa un cargo directivo, especialmente por el historial ligado a cierto deporte, generando un sesgo en la toma de decisiones en la organización, planificación, asignación de recursos y establecimiento de prioridades, lo que afecta de manera parcial al resto de los deportes practicados en dicho contexto.
Si bien la experiencia como deportista puede ofrecer algunos conocimientos en la gestión y dirección de departamentos e instituciones deportivas, sin embargo en estos cargos no siempre es lo más adecuado. Para ocupar este tipo de cargos, se deben considerar como candidatos a personas con formación profesional (afines al deporte y la actividad física), con liderazgo, conocimiento del entorno, habilidades directivas y conocimientos específicos en gestión. Considerando que con este perfil, se garantizaría una dirección eficaz y eficiente del deporte, lo que proporcionaría mejores resultados a la sociedad.
“No es lo mismo hacer deporte, que hacer el deporte”