Fulanos de tal
Al parecer, vivir implica inventarse una historia personal con las circunstancias gratuitas que se le oferten a cada quien. Con una serie de decisiones, que deben de tomarse más o menos individualmente, se consigue tener algo así como un trayecto propio o lo que también llaman, destino.
Los anónimos pasan a conseguir nombres, apellidos y otro cúmulo de calificativos medianamente apropiables que les permitan personalizar sus trascursos vitales y, en una de ésas, no pasar tan inadvertidos al inevitable olvido. Un currículo, en ese sentido, es algo así como una especie de destino resumido, pero con todo lo que pueda servir para convencer a otros de que se es, quien allí se afirma.
Años de estudio y experiencia sintetizados en tamaño carta con una foto lo suficientemente peinado como para no levantar sospechas de previas y potenciales malas decisiones. Capaz y la gente se la termina creyendo y acaban por convertirse en esos que los demás piensan que son.
Con el apellido, como parte de las circunstancias azarosas, también es obtenible reputación. Nada como provenir de una “buena familia” para poder echar a perder adecuadamente los legados transmitibles en la sangre. Ser hijo de alguien y no de nadie, además de las complicaciones biológicas que conlleva, da chance de heredar prestigios eventualmente ofertables al mejor postor, llámese patrón, electorado u opinión pública.
Le vamos a creer porque usted es hijo de alguien que le heredó un seudónimo para que no se le complique tanto como los huérfanos del buen vivir, quizás y hasta resulte parecido al padre del padre de su padre que quién sabe cómo se llamaba, pero que le heredó buenas intenciones.
Eso sí, no vaya a andar ayudando a otros sanguíneos porque eso ya es nepotismo y aunque la ley no lo castigue, sí lo prohíbe la constitución o lo prohibirá un día y eso hablará muy mal de usted. Cómo se atreve, hasta entre iguales hay diferencias.
Como si en estos tiempos procrear fuera resultado de eso que llaman amor. A los hijos se les cuida, se les cría, a veces hasta se les planifica y se les dirige por donde se puede, otras veces por donde se quiere o al menos, por donde se aprende qué se quiere.
Hijo mío, tú llevarás en tu vida mi legado y cometerás tus propios errores, pero aquí están los míos por si acaso te llegasen a faltar. Puedes huir a otros reinos evitando tu destino, pero volverás para matar a tu padre y enamorar a tu madre afirma el tal Segismundo.
Qué es eso del destino sino una vida prestada, una biografía por prescripción zodiacal en la que todos los finales son el mismo repetido. El destino del pobre seguramente será no dejar de serlo, pero podrá heredar, aunque sea ser capricornio y la pobreza. Una puesta en escena de talentosos actores improvisados que terminan dominando su papel. Me siento tan yo que hasta parece que sí soy.
Dónde están los dueños de currículos excelentes cuando ya no se necesitan vividores profesionales. Quién ya aprendió cómo vivir para que enseñe a los que todavía tienen que recurrir al apellido y a los destinos prestados.
Los hijos de alguien naufragaron en un mundo tan huérfano de padres que hasta tuvieron que inventarse un dios; un padre piadoso y una benevolente madre para que los cuiden y los enseñen a vivir, no como los otros, los ausentes que tampoco aprendieron cómo.
Qué tal que eso del amor sí es cierto y procrear nomás es daño colateral, circunstancial y azaroso, con la oportunidad de malcriar a los hijos propios mejor que como se fue malcriado. Qué tal que sí se puede inventar cada quien su propia vida, o más o menos según las circunstancias. Qué tal que hay que heredar fuerza de trabajo porque hará falta cuando caduque el propio y zodiacal destino. Habría que disponer riqueza para que los herederos batallen menos o por otras cosas, no como los que consiguieron un currículo excelente, una biografía y volverse por fin, actores de una tragicomedia personal, hijos de algo y no de nadie, Fulanos, pero de Tal.