Iconografías de la ciudad (3)
En las últimas semanas he abordado en este espacio el tema de la iconografía zacatecana a través de las imágenes que retratan la ciudad, ya sea desde una fotografía o una postal, hasta una pintura.
En esta ocasión vuelco la mirada a esas representaciones antiguas en el que las que la sensación de distancia temporal se hace más patente, induciéndonos a pensar cómo lucirían esas calles para nosotros conocidas, pero a tres siglos de distancia.
Conocidos y muy reproducidos son los planos de Joaquín de Sotomayor o de Bernardo de Portugal (éste último lo puede ver en las instalaciones de Bancomer en la Avenida Hidalgo) donde podemos admirar la vetusta ciudad zacatecana inserta entre la cañada que protagoniza nuestro majestuoso cerro de La Bufa; ahí podemos deleitarnos con la localización de los sitios de interés que el autor del plano insertó para el espectador.
Pues bien, hay otra representación de la ciudad poco conocida realizada también el siglo XVIII (18).
Se trata de una vista general de Zacatecas contenida en el libro Viaje y Derrotero del fraile franciscano Agustín de Morfi, quien en 1777 pasó por territorio zacatecano en su periplo hacia las provincias internas de la Nueva España -lo que actualmente son los territorios de Sonora, Sinaloa, Nuevo México, Nueva Vizcaya y Coahuila-.
Seguramente en el trayecto, fray Agustín se detuvo a admirar la espléndida Parroquia Mayor que hoy funge como Catedral. Quién sabe cuál sería su impresión que la dejó retratada en su representación del centro urbano zacatecano, tan grande e imponente que fue lo único que destacó de todo el mineral.
Verá en la imagen que reproduzco debajo que Morfi nos otorga una visión zacatecana imaginaria, reconstruida quizás con sus propios recuerdos.
En su perspectiva la cañada que envuelve a Zacatecas se cierra a tal grado que deja al centro urbano solamente una calle para desplazarse, como una especie de serpentina horizontal en el que se sitúan casas y pobladores.
En efecto, por mucho tiempo la forma de la ciudad estuvo delimitada por una sola calle que iba de norte a sur a partir de la cual se desplegaban otras calles y callejones de menor tamaño, así como plazas y plazuelas. Sin embargo, para Morfi la ciudad se limitaba a la Parroquia y a muy pocas casas. ¿La razón? Su pertenencia al clero regular le hacía percibir a las edificaciones religiosas como sitios de primordial importancia. Seguramente, la Parroquia concluida apenas unas decenas de años atrás, dejó una impronta.
La semejanza con la actual catedral se observa en ciertos detalles como el remate y los nichos situados en las calles de la fachada. Sin embargo, la presencia de dos torres, así como la exagerada proporción de la cúpula, fortalecen la hipótesis de que la vista de la ciudad la realizó mucho después del viaje, o a menos después de haber pasado por Zacatecas. Los elementos naturales del paisaje como árboles y cuerpos de agua son brevemente representados, mientras que los cerros son exacerbados como señal del complejo terreno.
Agustín de Morfi pasó apenas dos jornadas en el centro urbano, razón por la cual no pudo conocer parte del mismo o describirlo con mayor amplitud. Tampoco fue su interés hablar de la ciudad a la manera de otras descripciones que algunos de sus correligionarios recogieron en visitas pastorales o testimonios de viaje. Sin embargo, baste agradecer su perspectiva, que imaginaria o real nos aporta una visión más de este sitio que hoy es Patrimonio Mundial.