Hacer más con menos, el reto de los gobiernos locales
Durante las últimas semanas uno de los temas que ha estado en la agenda pública es lo relacionado con el paquete económico para el ejercicio fiscal 2025. Esto tiene que ver con los ingresos (Ley de Ingresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2025) y el gasto (Presupuesto de Egresos de la Federación) y, a partir de su aprobación, lo que le corresponde de recursos presupuestales a los gobiernos locales (entiéndase estados y municipios).
Es claro que el panorama para el próximo año remite a un escenario bastante complejo para los gobiernos subnacionales, por el simple hecho de que no se tiene (por lo menos en el papel) la cantidad de recursos que se quisiera para instrumentar planes, programas o proyectos particulares.
Ese escenario nos lleva a entender que el gasto federalizado ya no es lo mismo que era principalmente en el periodo entre 2000 y 2018, en el que en la Cámara de Diputados había particularmente la posibilidad de realizar algunos ajustes que canalizaran recursos a proyectos en estados y municipios, que posiblemente terminaban beneficiando los bolsillos de determinados personajes en lugar de tener un impacto en la sociedad.
Ahora bien, no perdamos de vista que el gasto federalizado son los recursos que el gobierno de México transfiere a las entidades federativas y municipios por medio de participaciones, aportaciones federales, subsidios y convenios, que en conjunto representan una cantidad considerable a ejercer por medio de diferentes rubros.
Dicho de otra forma, el gasto federalizado es un buen de lana que le llega a los gobiernos estatales y municipales para que ejerzan de diferente manera. Es el dinero que los mantiene y les da operatividad, pues.
Desde una óptica muy particular, el punto medular de mayor reto para las administraciones gubernamentales locales es el relacionado con las participaciones, por su naturaleza, pero otro punto de gran envergadura es el que tiene que ver con los ingresos propios. Mire usted:
Tenga en consideración que las participaciones “forman parte del gasto no programable y derivan del sistema nacional de coordinación fiscal”; además “son un mecanismo de compensación a los gobiernos locales, dependiendo de la recaudación federal participable” y “son recursos que pueden ser ejercidos de manera libre por los estados y municipios.
“Para ello, el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal (SNCF) establece la distribución de las participaciones entre las entidades federativas, fija las reglas de colaboración administrativa entre las diversas autoridades fiscales, constituye los organismos en materia de coordinación fiscal y sienta las bases de su organización y funcionamiento”.
Entendiendo la esencia de las participaciones, usted se dará cuenta que es dinero que llega a estados y municipios por ser parte del esquema fiscal actual para que lo usen como consideren, en lo que mejor les convenga. Con libertad, pues.
Por el lado de los ingresos propios, estados y municipios tienen la posibilidad de hacerse de recursos a través de impuestos, derechos, productos y aprovechamientos de diferente índole (que no “choque” con lo federal), que se establecen en las leyes de ingresos de su respectivo ámbito de gobierno, con el propósito de tener una fuente de recursos distinta al gasto federalizado.
Aquí es donde congresos locales y cabildos tienen un gran papel que jugar… si se deciden a hacerlo (pero eso es tema de otra colaboración).
Para que usted tenga una idea de lo que representa los componentes de gasto de una entidad federativa, podemos decir que en los últimos años en promedio 83 por ciento de los ingresos estatales provinieron de transferencias federales (participaciones y aportaciones),12 por ciento fueron ingresos propios y 5 por ciento restante fueron ingresos vía deuda. Esto, insisto, en números generales, en los últimos 20 años aproximadamente. Eso tiene que cambiar.
Entidades federativas y municipios cada vez tienen menor margen para estirar la mano a la federación y recibir dádivas, favores, apoyos o gestos de buena voluntad, como los quiera usted llamar. Lo que al parecer tienen por delante es una necesidad imperante de eficientar los mecanismos de ingresos propios y, sobre todo aprender a hacer más con menos, estirando al máximo la liga y creando una eficiencia gubernamental sin precedentes, para que cada peso de gasto rinda mucho más.
De ahí que se antoja idealista pensar en que los gobiernos locales serán conscientes de las grandes limitaciones que tienen para obtener ingresos sin que hagan un esfuerzo novedoso y hasta de sacrificio -políticamente hablando- para poder generar recursos suficientes que les permitan atender diferentes problemáticas de urgencia y emergencia.
El centralismo en la ejecución del gasto público de los últimos años ha limitado la posibilidad de la participación de intermediarios que buscaban la manera de hacerse de una gran rebanada del pastel en lo que se refiere a la ejecución del gasto.
Vivimos otros tiempos en donde la exigencia de eficiencia en la aplicación de los recursos es alta, pero también existe una amenaza permanente por parte de quienes, vividores de los recursos públicos, buscan mirar la transparencia y seguir en una idea de operar por debajo de la mesa para llevarse una gran tajada. Le toca a la sociedad civil vigilar que las cosas se hagan bien porque son tiempos de eficiencia exigida. Cada peso cuenta.
*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Administración Pública, UNAM
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