GUADALAJARA. Diego San Román triunfó y convenció en un duelo prometedor donde la apuesta era ver al nuevo relevo generacional de toreros mexicanos.
Un cartel expectante donde aparecían los nombres de Héctor Gutiérrez, Diego San Román, Isaac Fonseca y Arturo Gilio.
Qué bocana de aire puro suena verlos anunciados y saber que la afición responde al llamado.
La Puerta Grande estuvo muy cerca para un queretano que cautivó y convenció en una faena de pureza y clase a un gran toro de Fernando de la Mora que mereció los honores del arrastre lento.
Tarde cuesta arriba para Héctor Gutiérrez
Virrey, de 545 kilos, el abre plaza de la ganadería de La Estancia, para Héctor Gutiérrez, que estuvo discreto con el capote.
Rivalizó en los quites Diego San Román, pero el toro se metió con peligro. Un ejemplar parado y con mucho peligro, que se colaba; tuvo mucho que aguantar el hidrocálido, que por el izquierdo sacó muletazos poderosos.
Costurero, de 520 kilos, quinto de la tarde, segundo del lote del hidrocálido Héctor Gutiérrez. Muletazos por alto en el comienzo de su faena, sin opción alguna, abrevió. Se retiró en silencio mientras el toro fue pitado en el arrastre.
Sublime, Diego San Román
Kalimán, de 535 kilos, para Diego San Román que por chicuelinas abrió su saludo capotero.
El estoico quite por gaoneras, sin miramientos y con verdad, aguantando los parones del toro. Y así, a pies juntos y con muletazos por alto dio comienzo a su labor muleteril.
Este toro tampoco fue un dechado de virtudes, pero sí que San Román lo tuvo más claro, y por ello, cuajó muletazos basados en el poder y la verdad, y de ahí fue construyendo una faena con el contenido de la evolución, del ponerse en el sitio donde decían los de antaño, “queman los pies”, y así es el toreo de San Román, aguerrido y temerario, no conoce el miedo y expone la vida de una manera donde pocos lo hacen.
Cómo aguantó y cómo fue dimensionando su propia grandeza, sin temores ni aspavientos, dueño de él mismo y apoderándose de una escena que roba protagonismo con lo que hace.
Diego San Román lo hizo todo y terminó por construir una faena de letras mayúsculas, de las que se viven al filo de la butaca, pero se agradecen con la piel que se eriza en los tendidos.
Qué manera de estoquear y coronar una entrega sin reservas, San Román, con título oreja.
El sexto bis, Buen Amigo, de 530 kilos, del hierro de Fernando de la Mora, para Diego San Román que estuvo variado con el capote. Dos cambiados por la espalda fueron el prólogo de su temeraria actuación.
La nobleza la tuvo el toro de Fernando de la Mora al que pronto le encontró la potabilidad por el pitón derecho. Qué clase y hondura imprimió en cada trazo, temple infinito con la esencia de la pureza y la verdad, que tersura los trazos; cómo acompañó con la cintura, roto, al natural, brotando una emoción que fue de la mano de la grandeza que hoy dimensionó en el ruedo de la Nuevo Progreso. Hacer el buen toreo, el que se lleva en el alma y se interpreta con la muleta, todo en un elixir del mejor de los vinos. Inconmensurable fue una faena donde reinó el buen toreo y el buen toro, el binomio perfecto.
El animal no dobló y se perdió la posibilidad de un triunfo grande. Dio una vuelta al ruedo y el toro mereció los honores del arrastre lento.
El enorme valor de Isaac Fonseca
Gallo Tapatío, de 540 kilos, tercero de la tarde al que un dispuesto Isaac Fonseca recibió a porta gayola.
En la cercanías un cambiado por la espalda escalofriante para dar comienzo a su faena de muleta.
No resultó fácil para Fonseca sacar lo poco que ofreció el de La Estancia. Mal con la espada, para dividir las opiniones y escuchar un aviso.
El séptimo, fue un toro que le permitió a Isaac Fonseca una faena con la que corrió la mano a placer, trazos largos y templados, dejando mucha suavidad en el muletazo, con empaque, clase y torería.
Por el izquierdo, la naturalidad, la muleta muy baja, a ritmo y tiempo. Él colaboró con la muleta del michoacano que gustó en su toreo, que puso esa emoción, transmitiendo al tendido.
Al final, una vez más, el evidente talón de Aquiles de Isaac Fonseca, la espada no le permitió el triunfo, quedando en una clamorosa salida al tercio.
Arturo Gilio y la gran apuesta
El cuarto, Hermandad Torera, de 500 kilos, de La Estancia; breve estuvo con el capote Arturo Gilio. De rodillas comenzó también lleno de firmeza.
Este toro tampoco tuvo mucho que ofrecer, pero estuvo ahí, muy cerca el torero lagunero que logró una serie poderosa por el izquierdo, toreando con hondura, y el trazo muy largo, con esa entrega infinita que le caracteriza.
Fue por este pitón que hilvanó las series que han sido reconocidas por su tesón, al final por el derecho también cuajó el mando y el poder. Pinchazo y estocada, aviso y salida al tercio.
Fue a menos muy pronto el octavo y cierra plaza, Palmas Blancas, de 500 kilos, de La Estancia.
El esfuerzo grande quedó por parte de Arturo Gilio que solventó una firme y convincente actuación que erró con la espada. Palmas