Festejos Patronales
La palabra patrón puede relacionarse a protector o a cuidador, también, por supuesto, a padre
Además de un evento para cantar, bailar y beber, se conocen con ese nombre a las fiestas que se hacen en honor al santo, santa o sante patrone que le corresponde a la festejante región, pueblo o moderna ciudad.
Dependerá, por supuesto, del personaje que les haya sido designado, sugerido o encomendado por sus respectivos conquistadores o, mejor dicho, padres colonizadores, descubridores o inventores.
En el caso local, la santísima patrona es una virgen, que casi casualmente, se parece poquito a todas las demás, pero no es, aunque todas finalmente sean más bien la misma, o algo así.
La palabra patrón puede relacionarse a protector o a cuidador, también, por supuesto, a padre (colonizador, descubridor…). Las fiestas, aunque en honor a la reina y madre (de diosito), no son matronales.
Anualmente, en los festejos patronales, se suele realizar un engalanado evento denominado “Coronación de la Reina”, parte de las tradiciones vivas desde hace, quién sabe cuánto, pero mucho tiempo.
Esto se replica más o menos en cada municipio, comunidad e incluso en las escuelas, universidades, colonias y casi en cualquier agrupación, en la que puedan ponerse de acuerdo para honrar esos méritos “reales”.
En dichos eventos, también se reconoce a “princesas”, “reinas salientes”, a veces a “reyes” y, por supuesto, “reinas entrantes”.
Se suele coronar por categorías, según el origen de la agrupación. Hay reinas y/o princesas de la tercera edad, de la belleza, del ejido, de la primavera, del frijol, del durazno, del chile, del ajo y de las Morismas de Bracho.
En la capital del estado, ese magnánimo evento sucede justo unos pocos días antes de que se conmemore, también, el aniversario de la Independencia de México, es decir, el festejo en honor a que el país ya no depende, desde hace más de 200 años, de la corona española o, en otras palabras, se festeja no necesitar de madre reina ni padre rey.
En los mismos jolgorios, docenas o, en el mejor de los casos, centenas de espectadores suelen reunirse en una especie de foro llamada Monumental Plaza de Toros, misma que resulta muy parecida al Coliseo Romano, espacio en el que solían luchar los inigualables gladiadores contra otros inigualables y también contra elefantes, leones y hasta con toros.
Dicho recinto es un lugar destinado, originalmente, a lo que los seguidores consideran “arte”, la del toreo.
Lamentablemente (para ellos), esa vanguardista disciplina artística todavía no ha sido reconocida como parte del conjunto de las otras siete bonitas, o más bien, bellas artes.
Al menos no por todo el mundillo artístico, aunque al parecer, ni falta (a los mismos) les hace. El arte del toreo consiste en algo así como poner a un ser humano o varios con pantaloncillos no muy largos, pero sí muy ajustados y de llamativos colores, a provocar monumentalmente a un toro pasándole por encima una colorida tela, a la que le dicen capa, mientras se retuercen y toman estoicas posturas, para poco después matar al animalejo.
Aunque dicen que no siempre, porque como son muy buenas gentes, como los reyes, pueden otorgar indulto.
Mientras tanto en las gradas, los espectadores aplauden y gritan, fuman puros, agitan pañuelos y beben vino, brandy o tequila directo de una bolsita de piel a la que le dicen bota, y que regularmente, tiene la forma de una lágrima de toro.
A diferencia del incomprendido y sublime arte del toreo, música y teatro sí se consideran parte de ese restringido grupillo de bonitas, o más bien, bellas artes.
El público en general, que es otro modo de decirle a un montón de gente anónima, va con poca frecuencia a los teatros, sobre todo si no son eventos gratuitos, o más bien, pagados con sus tributos.
Afortunadamente, en las anuales fiestas patronales, siempre se considera un espacio para que el pueblo bueno disfrute de espectáculos musicoteatrales de la mejor calidad disponible.
Los cantantes y bailarines presentan sus performances mientras corean con la gente canciones de desamor o sobre lo bonito que es el mundo cuando no es feo.
Así pues, celebran los enjundiosos conmemorantes, entre reinas, toros y por supuesto, principalmente, en honor al santo, santa o sante patrone que les tocó festejar.