ALICANTE. Tres trofeos ha cosechado el diestro murciano Rafael Rubio Rafaelillo, mientras que Manuel Escribano conquistó uno del quinto y Pablo Aguado hizo un sincero esfuerzo con su lote este domingo, en el cierre de la Feria de Hogueras de Alicante.
Rafaelillo se erigió como gran triunfador del festejo. Le cortó las dos orejas al gran toro que hizo primero, premiado con la vuelta al ruedo. Lo cuajó en faena vibrante, muy celebrada por el público, donde hubo fases de muy buen toreo que coronó de una gran estocada.
Anduvo en maestro con el cuarto, un serio ejemplar de la ganadería extremeña, que desarrolló las dificultades de la casta, pero con la virtud de humillar siempre.
A base de consentirlo, tragarle en ocasiones y de perseverar, le arrancó una oreja, que lo postula como uno de los candidatos a triunfador del ciclo.
Categoría y sello
Manuel Escribano llegó con justicia a Alicante para sustituir a Morante y mostró su gran momento. Entiende a la perfección la ganadería y solo el mal uso de la espada le privó de salir a hombros.
A su noble pero justo de raza primero le cuajó un espectacular tercio de banderillas y lo toreó francamente bien, pero un pinchazo dejó el premio en una ovación.
Con el quinto, una auténtica pintura, ovacionado de salida, pudo gustarse en faena que tuvo categoría y sello.
Gran toro el de Victorino, enclasado en su embestida y con las virtudes de la fijeza y el recorrido. La estocada cayó esta vez bajo al primer intento y el palco no atendió la petición del segundo trofeo.
Complicados aceros
Completaba la terna Pablo Aguado, torero de corte artista quien dio la cara siempre. No fue fácil su lote. El tercero, bravo en varas y con el que el piquero Juan Carlos Sánchez dejó el puyazo más destacado del ciclo, pedía colocación y sitio.
Se la ofreció por momentos el sevillano, dejando muletazos sueltos muy buenos, antes de manejar muy mal los aceros.
El sexto fue un toro encastado, reponedor y complejo. Tras cobrar dos fuertes puyazos, llegó entero a la faena de muleta. El torero sevillano hizo un sincero esfuerzo con él, pero de nuevo la espada le privó de tocar pelo.