ALICANTE. El Juli y Roca Rey imponen en sitio de figuras y Tomás Rufo sigue en la búsqueda de la gloria en la sexta corrida de la Feria de Hogueras, que culminó en una majestuosa salida a hombros.
El Juli anduvo en maestro. Consintió y consintió a su noble primero, que no era un dechado de fuerza. Lo toreó muy bien con el capote y, con la muleta, a base de paciencia, lo acabó rompiendo por abajo en dos series de mano baja que levantaron a la gente de sus asientos. La espada le privó de tocar pelo.
Con el quinto se inventó literalmente una faena ante un toro medio que no veía nadie. El pulso, la técnica, el gobierno para darle fiesta a un toro que no humilló nunca. Todo, con el valor del que empieza y tiene que pelear el siguiente contrato. Con este, la espada viajó certera y le fueron concedidas las dos orejas.
Autoridad insultante
El peruano, Roca Rey, líder de las taquillas, llegaba a Alicante embalado. Y no aflojó el ritmo lo más mínimo en el coso de la Plaza de España.
A su primero, incierto y con un pitón izquierdo imposible, lo toreó como si fuera bueno. El arranque por estatuarios fue solo una declaración de intenciones de lo que estaba por venir.
Se pone tan de verdad que a los toros no les queda otra que embestir. Una autoridad insultante. Oreja.
Al quinto, un toro importante por cómo quería todo por abajo, sobre todo por el pitón derecho, lo sometió en varias tandas ligadas en un palmo de terreno. Con ese dejó un quite en el que alternó tafalleras con chicuelinas: más ceñido, imposible.
Conectó con los tendidos de manera sobresaliente y solo la tardanza del toro en doblar dejó en un trofeo una labor que fue de dos. Figurón máximo del toreo.
Faena de premio
Tomás Rufo dejó constancia de que no era un convidado de piedra. El triunfador de la última feria de Hogueras no se dejó nada en el tintero.
Toreó de rodillas al primero como muchos sueñan torear de pie. Al natural hubo dos tandas de toreo caro y para finalizar su labor se pegó un arrimón de órdago.
La estocada cayó baja y a eso se agarró el palco para conceder solo una oreja. La bronca al palco fue monumental.
Con el sexto, el más deslucido del variado envío de Victoriano del Río, se la jugó para amarrar una puerta grande que los compañeros tenían ya asegurada. En tablas, muy metido con el toro, hizo exactamente lo que se podía hacer para que la faena fuera de premio. Además, lo mató muy bien.