Este jueves, en la Catedral Basílica de Zacatecas, se celebró la misa de exequias del cardenal Javier Lozano Barragán, quien fuera obispo de la Diócesis de Zacatecas de 1985 a 1997, y que además fue presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Agentes Sanitarios.
El obispo Sigifredo Noriega Barceló celebró la misa en la que recordó de don Javier “su vida, su obra, escuchamos las mismas lecturas que hemos proclamado aquí, veía el féretro, muy sencillo, y lo veía sobre el piso, me hizo pensar cómo toda una historia se escribe así y se firma sobre un féretro”.
El obispo resaltó que Lozano Barragán le hizo pensar en vivir la vida con fe en Jesucristo, “la fe y amor en la Iglesia, el amor al prójimo, toda una vida de casi 90 años que termina en un instante, última recomendación del alma y donde va a vivir, donde van a estar sus restos mortales, sea catedral, santuario o el panteón más humilde, pero pareciera que el destino en la oscuridad es sepulcro”.
Noriega Barceló invitó a reflexionar sobre el futuro de Dios y el cumplimiento de sus promesas.
Refirió que antes de toda la responsabilidad de ser obispo y cardenal, todo inició en una familia con sus características, y que la vocación de Lozano Barragán “inició como todas: con más preguntas que respuestas, con más dudas que certezas, y que, todo con el tiempo, pero sobre todo con la gracia de Dios, esas certezas se van encontrando”.
“Nuestro hermano Javier está con Dios, era su herencia, su verdad, su futuro. Y le damos gracias a Dios por que nos dio a este hombre y este hombre de Dios y hombre de su tiempo, nos lo dio como pastor de esta iglesia de Zacatecas”, destacó.
Monseñor recordó que durante el periodo de obispado de Javier Lozano se dio en un contexto difícil, cuando las consecuencias del Concilio Vaticano segundo se hacían presentes en toda la Iglesia, 20 años después se sintieron los efectos de los cambios, lo que calificó como “años difíciles de repensarlo todo, incluso la vocación”.
“Muchos hermanos sacerdotes dejaron el monasterio, muchas hermanas religiosas dejaron sus conventos, muchos laicos también defeccionaron, ese tiempo le tocó a don Javier. Lo distinguió el amor a la Iglesia, por eso se entregó en cuerpo y alma”, puntualizó.
FOTOS: JUAN ORTEGA